En la práctica clínica es común que los odontólogos indiquemos a nuestros pacientes la realización de prótesis provisorias, también llamadas “provisorios” a secas o “provisionales”.
Los provisorios suelen emplearse al realizar tratamientos protéticos destinados reemplazar piezas ausentes o a reconstruir piezas dentarias con daño estructural o estético importante. Como su nombre lo indica, se utilizan de manera circunstancial hasta tanto el tratamiento definitivo haya sido llevado a cabo y pueda instalarse. Si bien en la actualidad han sido incorporados sistemas de tecnología CAD/CAM que, valiéndose de scanners y un software especial son capaces de elaborar restauraciones protéticas definitivas en cuestión de minutos, en muchos casos y por distintos motivos, siguen siendo necesarios los tratamientos protéticos convencionales, los cuales poseen la complejidad suficiente como para requerir de varias sesiones para ser realizados y exigen entonces la elaboración de provisionales.
Los provisorios cumplen distintas funciones según el caso. Una de las más importantes es el mantenimiento de los espacios: la presencia del provisional impide que las piezas dentarias vecinas o antagonistas migren hacia los lugares vacíos dejados por las piezas ausentes o por el tallado implícito en el tratamiento.
Además, los provisionales permiten mantener la salud y posición de la encía, tan necesarias para que las impresiones y pruebas del trabajo protético final puedan realizarse de manera satisfactoria.
En tratamientos implantológicos, los provisionales son utilizados para modelar la encía y mejorar la apariencia estética del trabajo final. Cuando se trata de tratamientos protéticos que involucran el sector anterior de la boca -por cierto, tan visible- desempeñan también una función estética en sí mismos.
De nombre algo tramposo, los provisionales están lejos de ser algo prescindible u opcional. Constituyen toda una herramienta de trabajo para el odontólogo protesista.