El empleo de anestésicos locales forma parte de la práctica odontológica habitual de nuestros días. Es un procedimiento sencillo, reversible y mínimamente invasivo, que tiene por objetivo evitar la sensación dolorosa que provocarían algunas maniobras asociadas a los tratamientos.
Además del bloqueo esperado del dolor que provocan estos fármacos, en ocasiones, pueden surgir complicaciones como consecuencia no deseable de su aplicación. Las mismas son pasajeras y, generalmente, aparecen los días subsiguientes a la inyección. Dentro de ellas se encuentran: molestias en la zona del pinchazo, espasmos de grupos musculares vecinos y aftas.
No obstante, existe otra consecuencia mucho más habitual y evitable: la mordedura no intencional que realiza el paciente sobre sus propios tejidos, mientras se mantiene el efecto anestésico.
Por ello, si ya concluyó la consulta odontológica y el bloqueo doloroso persiste, se aconseja: hablar poco, comer cuidadosamente y no jugar con la lengua, labios y carrillos.
Haciendo caso de estas sencillas recomendaciones, evitará lastimarse sin advertirlo, logrará visitas odontológicas más placenteras y podrá valorar, aún más, los grandes beneficios que estos fármacos ofrecen a pacientes y profesionales por igual.